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Catálogo Diego Rivera en España: imágenes cubistas, Centro Cultural de España, México, 2003Diego Rivera en
España: imágenes cubistas. España y México han sido magníficos escenarios para el intercambio de virtudes y creaciones, que han ido de viaje en viaje; traídas a tierras mexicanas por españoles y llevadas por mexicanos a tierras españolas. Esta exposición parte de la idea del viaje como experiencia formativa y vital, en el caso de los artistas determinando las obras que finalmente conservamos como patrimonio. Al mismo tiempo, se trata de una apuesta por poner el acento en un periodo poco difundido pero determinante de Diego Rivera (el cubismo, ligado a su estancia y amistades en España, destacando entre ellas Ramón Gómez de la Serna). Es también una lectura particular que se expresa en la museografía: el color de los muros huye de la neutralidad, la información documental cobra una mayor importancia y se subvierten algunas reglas para inducir una experiencia intensa y lúdica. Los años de Diego Rivera en España fueron de vital importancia en el crecimiento de las virtudes estéticas del artista. A pesar de su juventud, Rivera ya era un pintor consumado cuando llegó a Madrid en 1907. Con una recomendación del Dr. Atl, se presentó en el taller del afamado pintor Eduardo Chicharro. El joven artista poseía un pleno dominio técnico de la pintura, adquirido durante los siete disciplinados años que estudió en la Academia de San Carlos. No era oficio lo que le hacía falta, se buscaba a sí mismo para poder iniciar un estilo personal. Las febriles visitas de Rivera al Museo del Prado lo pusieron en contacto con obras de El Greco, Velázquez y Goya, de ellos absorbió valiosas lecciones que permanecerían indelebles en la mente del artista y que formarían parte del personalísimo estilo que desarrollaría en su madurez. Paralelamente a su vida académica, Rivera se sumergió en la bohemia madrileña de las vanguardias literarias y artísticas, que lo prepararon para hacer una entrada triunfal en la vida parisina. Dentro del grupo de intelectuales españoles que Rivera conoció se encontraba Ramón del Valle Inclán, quien le orientó a alejarse de la pintura descriptiva y a cultivar una imagen creativa, resuelta en el plano poético e incluso espiritual del símbolo. En el otoño de 1910, Rivera retorna brevemente a México para exponer exitosamente lo producido en su primera estancia en España. De regreso a Europa, hace una parada en Barcelona en su trayecto hacia París, allí pintará algunos paisajes en los que ya campea la idea de la geometrización que más adelante lo conducirá al cubismo. En 1912 Diego se volcó a pintar personajes populares españoles y campesinos, con una clara intención expresionista, captada en sus entornos. Se inclinó así por ese paisaje de España que suele ser austero, escarpado y áspero. La estancia del pintor en Toledo dio pie a la reflexión sobre los amplios espacios yermos que fueron traducidos plásticamente en amplios planos de facetas geométricas, de este modo parece acercarse aún más al cubismo. La madurez y la autonomía de Diego Rivera en el cubismo se dio cuando el artista ya radicaba en París y se reflejó en lo que Alfonso Reyes denominó el "Cubismo de Anáhuac". Su muestra consistió en la inclusión de fragmentos de sarapes de Saltillo, elemento totalmente ajeno al repertorio de formas y colores del cubismo parisino. Esta propuesta exótica y mistificada dio a Rivera una afirmación de su identidad mexicana. El panorama de la pintura de caballete de Rivera se enriqueció en gran medida con su incursión en la pintura cubista, también en la ponderación de la personalidad del artista al haber logrado un cubismo personalizado. Este proceso se llevó a cabo durante su estancia intermitente de poco más de dos años en distintas regiones de España. Estancias de Rivera en España 6 de enero 1907 - marzo 1909 |
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